A BORRADOR
Por: Franco Valencia & Paula Gutiérrez
Desde la historia del Bogotazo contada con “palitos y bolitas”, hasta las novelas gráficas que ilustran una narración que contempla diferentes realidades y mundos.
Cada artista nace desde que descubre el mundo en el que se encuentra, lo plasma en el papel hasta hacer que los demás puedan conocer lo que existe en su mente y los ideales en los que creen.
No sólo Mojicón recogió lo mejor de la cultura colombiana, también hizo parte de ella. Al igual que los cientos de fanzines, revistas y cómics de editoriales emergentes.
En el 73 José María López, más conocido como Pepón, da continuidad a la idea de la revista infantil llamada ‘Mini-Monos’.
Bernardo Rincón, Leocomix, Pepe Peña y Caramelot se reúnen en 1992 para publicar la primera edición de la Revista Acme. Esta sería el punto de partida de varios amantes de este mundo y la puerta para artistas nuevos, todo con el titular que le daría inicio a todo “¡Sí hay cómics!”. Después de tres publicaciones los creadores de Acme se separaron, unos para seguir con la idea principal, otros para crear TNT.
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A lo próximo que se verían enfrentados los artistas sería la Ley del Libro de 1993, la cual definía a los cómics en el mismo rango que la pornografía, los libros de santería y de recetas. Y diferentes representantes y sobre todo “Eliana Llaneni, quien fue más que todo la que impulsó todo. Logramos que nos sacaran de esa categoría para reconocer al cómic como arte y literatura”, menciona Juan José, quien es uno de los mayores exponentes en Colombia. (El nombre utilizado es ficticio por petición de la fuente).
Los temas seguían surgiendo y las editoriales seguían apegándose a temas que definirían su identidad, por ejemplo Ave Negra, que guía la temática sus cómics hacía la revolución ciudadana y problemas sociales, ‘La Desparchada’, sobre identidad de género, entre otros.
Con el tiempo los quioscos, en los que se encontraban cómics y revistas de todo tipo, empezaron a desaparecer y a dar paso a las nuevas tiendas y editoriales. La librería francesa, la Librería Nacional, la Panamericana y diferentes sitios, la mayoría en el centro de la ciudad, vendrían a suplir dicha necesidad.
Después de la larga lucha por la pasión de su vida, los artistas y escritores están formando una industria, que poco a poco deja los egos atrás para ser más reconocidos y más que eso, una familia.